lunes, 1 de noviembre de 2010

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Cuando era pequeña, por las tardes, después del colegio solía ver una película, me gustaban todas las películas de amor, todas en las que el principe y la princesa fueran felices y comieran perdices. Podía pasarme tardes y tardes viendo películas con finales felices. No me gustaban las reinas malvadas, las madrastras que daban manzanas envenenadas, o las reinas del mar que robaban voces.Pero la vida no es así. Los finales felices no existen, hay pequeños momentos felices, pero que pocas veces acaban bien.

La rana que se convierte en principe, la doncella convertida en princesa, y el felices para siempre, son cuentos, solo cuentos, y cuanto antes nos acostumbremos a ello, seremos un poco más felices.

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