viernes, 7 de diciembre de 2012

"Cuando acostumbrarte es la única salida, cuando lo único que deseas es huir de aquí, cuando la vida te ahoga y no te deja vislumbrar ni el mínimo ápice de felicidad, cuando lo único que necesitas es aquello que nunca jamás podrás volver a tener, cuando el dolor y la pena están tan dentro que ni los sientes, cuando ya ni las lágrimas son suficientes para rememorar el tiempo pasado con nostalgia, cuando quieres tirar la toalla una vez tras otra, cuando sonreír sin ganas es lo único que te queda, cuando la rabia se hace llevadera y la impotencia se transforma en forma de vida. Cuando todo esto ocurre, sabes que estás perdida, que no hay marcha atrás, que tu corazón se fue con él y nunca más va a regresar."

miércoles, 26 de septiembre de 2012

De esas veces que sabes que hagas lo que hagas estás sin salida. Encrucijadas fortuitas que te obligan, sin quererlo, a tomar decisiones; decisiones banales para cualquier otro, decisiones dolorosas para mí. Resulta cuanto menos inesperado como la vida puede sorprenderte, como la vida puede cambiar en cuestión de segundos, minutos, horas y días, como la vida puede hacer que te levantes un sábado de verano con la sensación de que algo será diferente, diferente a entonces, a un tiempo placentero, un tiempo que apenas guarda relación con aquél otro infeliz y doloroso. Situaciones parecidas, pero completamente distintas a la vez. Sentir como la felicidad pende de un hilo, de un hilo manejado por unas manos que bien conoces, unas manos cuyos dedos han estado entrelazados a los tuyos durante muchos días y muchas noches; y sabes que ese hilo pronto podría romperse, cada día que pasa sientes que se estira, lentamente y sientes un escalofrío al pensar que tal vez al día siguiente no consiga estirarse mas y entonces pum, se acabó; sin embargo, de repente un pensamiento fugaz pasa por tu atolondrada cabeza y es justo en ese momento cuando piensas que tal vez ese hilo podría fortalecerse, podría unirse a los hilos de la persona que sostiene el tuyo, y hacerse fuerte. Hilos formados por la esperanza, la ilusión, la añoranza, el deseo, la alegría perdida que quieres recuperar a toda costa. Hilos...tan difíciles de vislumbrar como una silueta danzando a tus espaldas.

lunes, 9 de julio de 2012

Niños

Juguetones, indefensos, pequeños, irracionales, obsesivos, desordenados, llorones, risueños, impulsivos, comilones, cabezotas, maníacos, bonitos. Y un largo etc de cosas que podría decir de ellos.
Niños. Los únicos capaces de reunir alrededor de ellos a un sin fin de adultos sonriendo y diciendo boberías sin parar. Boberías del tipo "ajo, ajo" "gugutata" o "prrr". Aquellos capaces de frenar todo lo que sucede en torno a ellos, como si llevaran en sus pequeñas manecitas un botón para detener los problemas, un botón que se activa cuando aprietan nuestros dedos o nos sonríen con la más amplia de sus sonrisas cuando pronunciamos una de las famosas boberías. Niños. Ésos que convierten las mañanas frías de invierno en las mañanas más cálidas del mes de Agosto. Con los que no importa el tiempo, lo deprisa o lento que éste pase- generalmente deprisa-, con los que el simple hecho de verlos tras tu espalda rozándote con sus manecitas te pone alerta y te convierte en el ser más dichoso de este planeta. Niños. Los cuales lloran hasta sacarte de quicio, escupen la comida en tu camisa más querida, y a los que de vez en cuando desearías poder meter en una cuna y no sacarlos hasta la hora de la cena. Niños. De cero a cuarenta y ocho meses. Pueden andar tras de tí toda una mañana con el objetivo de que les hagas caso, tirarte los juguetes a la cara e incluso estirarte del pelo. Niños. Áquellos que convierten los días grises en días llenos de colores. A los que apenas rozas por temor a hacerles daño en sus tiernas cabecitas. ¿Vestirles? Todo un reto. Mueven sus piernas, agitan los brazos, emiten pequeños grititos y lloran cuando les pones pomada; a todo eso hay que añadir nuestro miedo, el miedo de subirle los pantalones demasiado deprisa y hacerles daño, el miedo de apretarle demasiado el pañal, o de estirarle del pelo al pasar por él un cepillo. Niños. Ésos que convierten mis mañanas en el momento más placentero del día. Niños.

sábado, 23 de junio de 2012

Me pueden las ganas de seguir adelante.

Sábado. Sábado con complejo de domingo. Un sábado cualquiera, en una ciudad cualquiera, depositado sobre una casa cualquiera. Un sábado con sabor a recuerdos, con el dolor de promesas no cumplidas. Un sábado de esos que penetra en tu cuerpo calando tus huesos por completo. Sábado, domigo, y lunes. Rutina. La pereza de emprender tareas nuevas en un verano que más bien doy por acabado nada más empezarlo. Ensimismada en mi mundo doy rienda suelta a mi subconsciente, a ese que de vez en cuando me juega malas pasadas aflorando mis pensamientos más intimos en las situaciones menos correctas. Rodeada durante unos días del silencio, de ese silencio que no se sentía incómodo cuando estaba con él, cuando éramos dos, o más bien, cuando éramos uno. Extraño sentimiento el que hoy recorre todo mi ser. Sentimiento relacionado con el período del año, con el tiempo libre, con la llegada de fechas señaladas. Sentimiento de querer retroceder atrás en el tiempo, a entonces, cuando no existía nadie más que la brisa del mar entre nosotros dos una tarde de verano. Me paro y reflexiono. Ésta no es la vida que yo quiero para mí. Quiero ser feliz y disfrutar de mi juventud. Seguir adelante. Éste será mi nuevo y único objetivo estos días. Buscar la felicidad, allá donde esté, para mí.

martes, 31 de enero de 2012

Diario de Noah

Ultimamente no puedo dormir pensando que hace ya, casi dos años que hemos terminado, pero he dejado de amargarme porque sé que lo que tuvimos fue real.
Si en algún lugar en un futuro lejano nos reencontramos en nuestras nuevas vidas, te sonreiré con alegría y recordaré el verano que pasamos bajos los árboles, aprendiendo uno del otro y creciendo en el amor.

sábado, 21 de enero de 2012

RUTINA Y AMOR, SON COMPATIBLES

Ella creía que vivir en pareja era ver la tapa del WC subida cada día, recoger calzoncillos fuera del canasto de ropa sucia y dejar platos en la encimera. Él creía que vivir en pareja era comprar compresas cada mes, vivir con incertidumbre a causa del embarazo y cenar ensalada todas las noches. Ella tenía miedo de caer en la monotonía de la pareja. Él deseaba que su chica le diese el sí quiero en el altar. Ella quiso arriesgarse, y quizás así, ganar. Él quería adorarla y mimarla el resto de sus días. Ellos sabían que estaban hechos el uno para el otro. Ellos sabían lo que era el amor. Así, tras nueve meses, se reunieron frente al altar.